jueves, 1 de septiembre de 2011

La perfección del no ser

(Aclaración: para entender lo que sigue les recomiendo leer antes esta otra nota)

Claramente uno no decide nada al momento de enamorarse. Todo puede empezar con una actividad tan pequeña y corriente como escrutar con la mirada la gente que nos acompaña en un aula. Algo aparentemente inofensivo, hasta que encontramos esa carita única que hace que nuestro corazón se olvide por un segundo de como latir. En ese momento, el salón se vacía y no queda nada más que ella. Caemos en una espiral que borra todo lo que la rodea, perdemos la capacidad de atención casi en su totalidad y dentro de uno se libra una batalla interminable entre el deseo de mirarla cada segundo que podamos y la cordura que nos pide guardar las maneras y evitar la vergüenza de ser capturado divirtiendo nuestra imaginación.
La duda, el nerviosismo, la novedad, el desconocimiento, hacen una mezcla casi paralizante. El tiempo pasa sin compartir ni una mirada, ni una sonrisa, hasta que la hora de irnos llega y todos nos vamos a seguir con nuestros días. Pero no ella, ella viene conmigo. Ya está en mi cabeza y como una Princesa mágica sin control comienza a encantar todo lo que encuentra. Hace nacer ilusiones, despierta sentimientos que creíamos olvidados, idea noches maravillosas, genera nuevas ideas. Juega y revuelve en lo que ya estaba dentro nuestro, se auto designa como la protagonista de nuestros sueños y reescribe nuestra agenda haciendo que el momento de volver a verla sea la prioridad Nº1.
Los días y las noches pasan y ella sigue inquieta. Nos contagia de su ansiedad. Busca que todo su trabajo sea reconocido, quiere dejar de ser sólo fantasías. Ese deseo de más suele ganarle a nuestras inseguridades y miedos, por lo menos como para darnos el valor de invitarla a salir. Después ensayar mentalmente miles de escenarios, de realizar los necesarios tanteos y guiños, la oportunidad aparece camuflada como una salida amistosa y la excusa de la compañía.
Las conversaciones entre los dos, de a poco responden esas todas preguntas que nuestra imaginación no se atrevió a contestar. Intercambiamos el entusiasmo de la intriga y la incertidumbre por el deseo de disfrutar de sus hermosas realidades. Nuestro único enemigo es el tiempo y algún dueño de bar urgido de cerrar para poder ir a descansar. A los dueños de los bares nunca les interesa el amor de los otros.
El conocer sus diferentes facetas abre nuevos interrogantes. Es como uno de esos libros que nos resultan cautivantes, que leemos compulsivamente, que no nos deja ir a dormir, que nos hace querer admirar toda su gracia, que nos hace morir de ganas de meternos en la historia y ser un personaje en los próximos capítulos.
Las noches compartidas fueron algo muy parecido a la perfección. Tanto, que me hicieron decidir guardar mis ganas de robarle un beso. Ese beso que si bien podría sellar todo, de ser fuera de tiempo, podría arruinar lo poco que teníamos. Son estas las veces que el miedo gana.
Pero todo el tacto con el que trataba la situación no era necesario. Mi mesura, los intentos de no avasallarla ni hacerla sentir incómoda, el controlar que todas esas sensaciones no se escaparan y estallaran, todo estaba de más. Ella se había dado cuenta de lo que me pasaba, como quién bien conoce lo que vale, lo que es y lo que es capaz de generar. La situación le era clara, sabía lo que queríamos los dos y la diferencia que había. Ya estaba todo decidido, sólo tenía que hacérmelo saber.
El mensaje con la noticia fue frío, directo y al corazón. Lo dijo como si los dos supiéramos que lo iba a decir, casi como recordándome algo que ya había dicho con anterioridad. En sólo una frase aclaró que eramos amigos. Esa tan temida frase, que todos sabemos la connotación poco grata que tiene en estas situaciones. En medio de la conmoción, me limité a agradecerle su compañía, decirle que me encantaba estar con ella, pero que entendía mi derrota y no tenía que preocuparse por mí, que no le iba a ser una molestia. Ella ya no tenía porque verse afectada por lo que me pase.
La siguiente vez que nos vimos, caminamos juntos por un par de cuadras, hablando de todo menos esto, como si hacer de cuenta que no pasó nada fuera lo mejor. Antes de despedirnos, yo le pedí un momento. Quería decirle todo lo que antes había callado. No sé bien cual era la razón de esa necesidad. Me sentía como como quien herido de muerte sigue empecinado en disparar.
Durante la charla, no pude sostener su mirada ni dejar de temblar. Esas palabras guardadas parecían de alguna manera estar apuntalando todas mis partes rotas. Podía sentir como mis sueños se desvanecían, se disolvían en el aire. Ella se dio cuenta de que me estaba desarmando, me tomó de las manos y me pidió calma.
Cuando no quedaba más nada dentro mío, no dijo mucho, sabía que en esa situación, salvo que diga lo que yo quería escuchar, nada iba a poder hacerme sentir mejor. Me abrazó, cosa que nunca había hecho antes, ¡Vaya momento para descubrir lo hermoso que era estar entre sus brazos! Rogué, como pocas veces, que ese momento sea eterno pero nadie contestó. Ella sabía que era tan inútil como intentar detener un castillo de naipes deshaciéndose en el aire pero quería evitar dejar todos mis pedacitos esparcidos por la calle. Fue un gesto de grandeza, estaba haciéndose cargo de algo que no había hecho, por lo menos, no intencionalmente.
Después de unas pocas palabras, se despidió con un beso, dio media vuelta, y cruzó la calle sin mirar atrás. Ya no había nada para ver, ni nada para decir.


En el tiempo que tuve, no pude, o no supe, despertar ninguna pasión en ella. No pude hacer que sueñe conmigo, que anhele mis llamados, que imagine mis besos, no pude hacer nada de lo que hizo conmigo. Lo que conoció de mí, tampoco despertó su interés por más. Consideró que ya era suficiente, que no quería ni necesitaba ver el resto, que no valía la pena invertir mas su tiempo. No pude conquistarla. Perdí mi chance, por mínima que esta fuera.
Probablemente con el tiempo ella no recuerde todo esto, o no le importe. Probablemente yo soy uno más en su lista de rechazados. Probablemente, no lo sé. Lo que sí sé es que ella no buscó que nada de esto pase. Ella no controla lo que genera en los otros, nadie puede hacerlo. Ella sólo controla lo que es y en eso sí, hace un magnifico trabajo.

En resumen, ella se convirtió en otra de las que no fueron. Esas con quienes todo termina antes de empezar. Se fue cuando yo todavía estaba enamorándome. Lo que pude conocer de ella, me conquistó, me llevo hasta ahí, generó todos esos sueños y fantasías. En ellas, se va a mantener perfecta, sin errores, sin dramas, sin complicaciones. No porque no los tenga en realidad, sino porque no tuve oportunidad de encontrarlos. Su negativa, si bien me da una dosis de realidad, no hace que pierda el encanto que la envuelve.
Todos esos planes e ilusiones van a quedar eternamente sin tiempo. Siendo lo que podría haber sido y no fue. Sin principio ni fin. Sin éxito ni fracaso. Si bien el tiempo puede pasarlos a un lugar mas seguro de nuestra memoria, donde no nos cause tanta angustia, no existe hoguera lo suficientemente caliente como para destruirlos completamente. Esa es la magia y el encanto del no ser.



"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió"
Joaquín Sabina

3 comentarios:

  1. Al que se queda flotando lo dejan colgado. Difícil es que a uno le correspondan a un sentimiento tan sincero. Y vos sos demasiado sincero. Para todo quehacer es necesaria una mascara y usarla no significará que seas careta, será el disfraz necesario en cada ocasión. Podés ser un laborioso y buscar conquistar, si lo haces asi, proyecta desde la realidad. Dejale a la realidad la posibilidad de ganarle a tu imaginación. O podés ser menos laborioso, te ahorras el esfuerzo y la vergüenza, pero debes permitir la entrada, dejarte sorprender sin juzgamientos y aceptar y disfrutar de lo poco o lo mucho que cada quien te de, y no esperar mas que eso. (Notaras por mi nivel de paja que yo profeso mas por la segunda)
    Nota al pie: Deja el enamoramiento idílico para los actores venezolanos y brasileros.
    Kiru

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  2. Pero uno sigue en pie, despues de todo. Asi es como el humano se dio cuenta, durante toda la historia que no esta hecho de cristal y que de los errores, propios o ajenos, se aprende. El dolor va siempre de la mano con la sabiduria y eso siempre fue asi. La verdad admiro mucisimo a la gente que pone estas cosas en publico, son gente que no se averguenza ni se rinde y comparte conocimiento, en especial vos, que lo haces de manera tan sincera. Vas a ver que indefectiblemente e inevitablemente a todos.... a TODOS, el amor verdadero, les llega.

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