lunes, 6 de septiembre de 2010

Una puta costumbre



El 6 de septiembre de 1930, un grupo militar comandado por José Félix Uriburu derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen. Ese día de hace exactamente 80 años, el pueblo argentino tuvo su primera experiencia en lo que se volvería una de sus peores costumbres, los golpes de Estado.
Este primer golpe militar, de corte netamente conservador, veía en la democracia un bastardeo de la sociedad; las antguas Elites ansiaban retener sus posiciones de privilegio que veían violentadas por estos cambios. La mezcla de una situación económica mundial desfavorable (Crack del '29) y la inacción de un ya viejo y enfermo Yrigoyen, vieron la oportunidad ideal para imponerse con una alternativa fascista que se encargarían de restaurar el orden. Junto a estos grupos aristocráticos se encontraban intelectuales y la Iglesia Católica, quién a lo largo de los años mostraría una afinidad tenebrosa con este tipo de gobiernos. El cese democrático significó el fin de un largo período de progreso del país en lo económico, político y cultural, con cambios en el establecimiento de las insituciones de gobierno, la industrialización y el comienzo de las políticas sociales.
Las sucesivas muestras de estos gobiernos que se dieron desde entonces y aunque con contextos e ideologías diversas, comparten la peculiaridad de que fueron amplia y gratamente recibidos por gran parte de la sociedad. O sea podrían considerarse golpes cívico-militares. Desde aquel discurso de Leopoldo Lugones hasta las editoriales de Mariano Grondona, pasando por las caricaturas sobre Arturo Illia, siempre que se golpearon las puertas de los cuarteles ante ciertas situaciones desfavorables en las que la sociedad no mostró tener mayor respeto por las instituciones. Por lo que estas intervenciones fueron vista como salvadoras, restauradoras del orden y verdaderos defensores de la Nación, así lo demuestra la vergonzosa lista de los nombres que adoptaban estos ejercicios.
No voy a hacer un análisis de cada caso en particular porque sería tedioso para mi escribirlo y para ustedes leerlo. Sin embargo, me gustaría dejar alunas ideas.
Yo nací en democracia, en libertad y estoy naturalizado con ella, no concibo la idea de vivir de otro modo. Quizás sea mi mente inquieta, mi interés en la historia y el conocer los horrores de la privación de esos derechos lo que me hace atesorarla y luchar por perfeccionarla. Aún así, tengo un gran reproche para con mi generación. Muchos no sienten lo mismo que yo, no la aprecian, están "demasiado acostumbrados" y no conocen su real valor. Diversas y extensas son sus razones y probablemente sea tema de alguna próxima nota. Mas allá del descontento o la desilusión que son entendibles debido a los traspiés que sufrimos, me gustaría rescatar una frase del padre de esta nueva etapa del país, Raúl Alfonsín: "La democracia sólo se mejora con más democracia". Por lo que si no estamos contentos con nuestro estado actual, ni el desinterés ni la espera de una solución mesiánica son opciones, tenemos que bogar por una mayor participación, un mayor control, mayor determinacion y poder de desición del pueblo. Es el único que tiene poder, poder de elegir, de exigir y de corregir los rumbos del país. Y no importa cuan en desacuerdo se esté con el gobierno de turno debemos prometerle a la Patria respeto por sus instituciones y por la desición de nuestros conciudadanos.
Es mi sueño y nuestra responsabilidad mantener nuestra libertad, mejorarla y procurar no caer en la desesperación y las garras del totalitarismo. Logremos entre todos que el golpe del '76 sea el último de la historia argentina.
Cierro con dos citas que espero les agrade y compartan conmigo la sorpresa de ver estos dos nombres juntos:
"Nunca más permitiremos que un grupo de iluminados, con o sin uniforme, pretenda erigirse en salvadores de la patria, pretendiendo que obedezcamos sin chistar" R. Alfonsín
"A los silencios de los pueblos, preceden los tiempos de la esclavitud" M. A. Seineldin